Nació en Sevilla,
el año 1836 y falleció en Madrid en 1870. Poeta español. Hijo y hermano de
pintores, quedó huérfano a los diez años y vivió su infancia y su adolescencia
en Sevilla, donde estudió humanidades y pintura. En 1854 se trasladó a Madrid,
con la intención de hacer carrera literaria. Sin embargo, el éxito no le
sonrió; su ambicioso proyecto de escribir una Historia
de los templos de España fue
un fracaso, y sólo consiguió publicar un tomo, años más tarde. Para poder vivir
hubo de dedicarse al periodismo y hacer adaptaciones de obras de teatro
extranjero, principalmente del francés, en colaboración con su amigo Luis
García Luna, adoptando ambos el seudónimo de «Adolfo García». Durante una
estancia en Sevilla en 1858, estuvo nueve meses en cama a causa de una
enfermedad; probablemente se trataba de tuberculosis, aunque algunos biógrafos
se decantan por la sífilis. Durante la convalecencia, en la que fue cuidado por
su hermano Valeriano, publicó su primera leyenda, El caudillo de las manos rojas,
y conoció a Julia Espín, según ciertos críticos la musa de algunas de sus Rimas, aunque durante mucho
tiempo se creyó erróneamente que se trataba de Elisa Guillén, con quien el
poeta habría mantenido relaciones hasta que ella lo abandonó en 1860, y que
habría inspirado las composiciones más amargas del poeta. En 1861 contrajo
matrimonio con Casta Esteban, hija de un médico, con la que tuvo tres hijos. El
matrimonio nunca fue feliz, y el poeta se refugió en su trabajo o en la
compañía de su hermano Valeriano en las escapadas de éste a Toledo para pintar.
La etapa más fructífera de su carrera fue de 1861 a 1865, años en los que
compuso la mayor parte de sus Leyendas, escribió crónicas periodísticas y
redactó las Cartas literarias
a una mujer, donde expone sus teorías sobre la poesía y el amor. Una
temporada que pasó en el monasterio de Veruela en 1864 le inspiró Cartas desde mi celda, un
conjunto de hermosas descripciones paisajísticas. Económicamente las cosas
mejoraron para el poeta a partir de 1866, en que obtuvo el empleo de censor
oficial de novelas, lo cual le permitió dejar sus crónicas periodísticas y
concentrarse en sus Leyendas y
sus Rimas, publicadas en
parte en El museo universal. Pero con la revolución de 1868, el poeta perdió su
trabajo, y su esposa lo abandonó ese mismo año. Se trasladó entonces a Toledo
con su hermano Valeriano, y allí acabó de reconstruir el manuscrito de las Rimas, cuyo primer original
había desaparecido cuando su casa fue saqueada durante la revolución
septembrina. De nuevo en Madrid, fue nombrado director de la revista La
Ilustración de Madrid, en la que también trabajó su hermano como dibujante. El
fallecimiento de éste, en septiembre de 1870, deprimió extraordinariamente al
poeta, quien, presintiendo su propia muerte, entregó a su amigo Narciso
Campillo sus originales para que se hiciese cargo de ellos tras su óbito, que
ocurriría tres meses después del de Valeriano. La inmensa fama literaria de
Bécquer se basa en sus Rimas, que iniciaron la corriente
romántica de poesía intimista inspirada en Heine y opuesta a la retórica y la
ampulosidad de los poetas románticos anteriores. La crítica literaria del
momento, sin embargo, no acogió bien sus poemas, aunque su fama no dejaría de
crecer en los años siguientes. Las Rimas,
tal y como han llegado hasta nosotros, suman un total de ochenta y seis
composiciones. De ellas, setenta y seis se publicaron por vez primera en 1871 a
cargo de los amigos del poeta, que introdujeron algunas correcciones en el
texto, suprimieron algunos poemas y alteraron el orden del manuscrito original
(el llamado Libro de los gorriones, hoy
custodiado en la Biblioteca Nacional de Madrid). El contenido de las rimas ha
sido dividido en cuatro grupos: el primero (rimas I a XI) es una reflexión
sobre la poesía y la creación literaria; el segundo (XII a XXIX), trata del
amor y de sus efectos en el alma del poeta; el tercero (XXX a LI) pasa a la
decepción y el desengaño que el amor causa en el alma del poeta; y el cuarto
(LII a LXXXVI) muestra al poeta enfrentado a la muerte, decepcionado del amor y
del mundo. Las Rimas se presentan habitualmente precedidas
de la "Introducción sinfónica" que, probablemente, Bécquer preparó
como prólogo a toda su obra. Su prosa destaca,
al igual que su poesía, por la gran musicalidad y la sencillez de la expresión,
cargada de sensibilidad; siguiendo los pasos de Hoffman y Poe, sus Leyendas recrean
ambientes fantásticos y envueltos en una atmósfera sobrenatural y misteriosa.
Destacan por ese ambiente de irrealidad, de misterio, situado siempre sobre un
plano real que deforma y desbarata. Así, en La Corza blanca, donde la protagonista se transforma de noche en el citado
animal; o en El monte de las ánimas, en la que el mismo escenario de un paseo amoroso
se transforma en el campo del horror fantasmal y en la que el terror llega
hasta la alcoba mejor defendida y adornada; o, por fin, en Los ojos verdes y, sobre todo, El rayo de luna, donde lo irreal, enfrentado a la realidad, hace optar a los
protagonistas por el sueño, por la locura en la que quieren vivir lo que la
realidad les niega. Son logradas las descripciones de ambientes: del barullo de
la entrada en la catedral en Maese Pérez, el organista, al silencio del claustro en El rayo de luna, o las procesiones fantasmales de La ajorca de oro y El Miserere.
Rimas
- I -
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- II -
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- III -
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- IV -
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- V -
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- VI -
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- VII -
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- VIII -
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- IX -
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las leves ondas que jugando riza;
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el sol besa a la nube en Occidente
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y de púrpura y oro la matiza;
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la llama en derredor del tronco ardiente
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por besar a otra llama se desliza,
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y hasta el sauce inclinándose a su peso,
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al río que le besa, vuelve un beso.
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- X -
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en derredor palpitan y se inflaman;
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el cielo se deshace en rayos de oro;
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la tierra se estremece alborozada;
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oigo flotando en olas de armonía
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rumor de besos y batir de alas;
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mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?
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¡Es el amor, que pasa!
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- XI -
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- XII -
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- XIII -
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- XIV -
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- XV -
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- XVI -
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- XVII -
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hoy llega al fondo de mi alma el sol;
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hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...
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¡Hoy creo en Dios!
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- XVIII -
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- XIX -
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- XX -
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quema invisible atmósfera abrasada,
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que el alma que hablar puede con los ojos
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también puede besar con la mirada.
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- XXI -
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en mi pupila tu pupila azul-.
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¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
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Poesía... eres tú.
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- XXII -
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junto a tu corazón?
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Nunca hasta ahora contemplé en la tierra
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sobre el volcán la flor.
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- XXIII -
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Por una sonrisa, un cielo;
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por un beso... ¡yo no sé
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qué te diera por un beso!
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- XXIV -
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- XXV -
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- XXVI -
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pero yo, amada mía,
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pienso, cual tú, que una oda sólo es buena
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de un billete del Banco al dorso escrita.
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No faltará algún necio que al oírlo
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se haga cruces y diga:
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«Mujer al fin del siglo diecinueve,
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material y prosaica...» ¡Bobería!
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¡Voces que hacen correr cuatro poetas
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que en invierno se embozan con la lira!
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¡Ladridos de los perros a la luna!
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Tú sabes y yo sé que en esta vida,
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con genio, es muy contado quien la escribe,
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y con oro, cualquiera hace poesía.
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- XXVII -
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