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lunes, 12 de diciembre de 2016

EL ARGUMENTO DE LAS SOLEDADES





La mayor dificultad a la hora de valorar adecuadamente las soledades es que son una obra inacabada. Como primera aproximación podemos decir que su trasfondo es el clásico "menosprecio de la corte" frente a la sencillez de la vida campestre. (Para conocer algunos datos sobre las circunstancias en que Góngora concibió este proyecto véanse los comentarios al verso 34 de la dedicatoria.) Su protagonista es un personaje un tanto misterioso, si bien su misterio se debe esencialmente a que Góngora proyectaba ir revelándonos poco a poco los detalles de su historia y, si bien conocemos los más sustanciales, lo cierto es que nos hemos quedado sin conocer los pequeños detalles que más curiosidad suscitan. Por ejemplo, ni siquiera sabemos su nombre. En el poema se le llama frecuentemente "el peregrino", y con ese nombre se le conoce, a falta de otro mejor. (El propio Góngora lo llama así en la dedicatoria del poema: Pasos de un peregrino son, errante ...). Es un apuesto joven cortesano que, desdeñado por la mujer a la que ama, ha decidido desterrarse y vivir errante. Un naufragio lo arroja a las costas de una región campestre y ahí da comienzo la Soledad Primera. El peregrino es acogido por unos cabreros, y al día siguiente por unos serranos que lo invitan a acompañarlos a una boda que va a tener lugar en un pueblo vecino. La boda se celebra el tercer día y con esta tercera jornada termina también la primera parte del poema. A lo largo de estos dos días y medio el peregrino podrá admirar y disfrutar de las maravillas de la vida campesina: conocerá la hospitalidad de las gentes del lugar, la buena comida, hermosos paisajes, hermosas mujeres, oirá las historias de algunos personajes, y no faltarán ocasiones para comparar este mundo ideal con el negro mundo cortesano.
Soledad tiene dos sentidos principales en castellano: se llama así a un lugar solitario y, por supuerto, es también la falta de compañía y el sentimiento de abandono que ésta provoca. Es muy probable que Góngora pensara simultáneamente en ambas acepciones cuando eligió el título de Soledades para su proyecto. La intención era describir cuatro Soledades, cuatro escenarios alejados de la corte y la civilización: los campos, las riberas, las selvas y el yermo; al tiempo que relataba las soledades del peregrino, alejado de su hogar y de su amada. Éste es un buen momento para detallar el contenido argumental:
Versos:
SOLEDAD PRIMERA
Introducción, en una compleja y sofisticada frase, en la que se presenta al peregrino luchando por su vida en el mar, tras un naufragio.
El peregrino llega a la playa, seca su ropa, trepa unos acantilados y se dirige en la noche hacia una hoguera que ve a lo lejos. Allí encuentra a unos cabreros que le ofrecen su hospitalidad.
Exaltación del albergue de los pastores y su vida sencilla frente a la tortuosa vida del cortesano.
Descripción de la velada que el peregrino pasa con los cabreros, la cena y su plácido sueño.
Amanece y un cabrero acompaña al peregrino a ver contemplar el paisaje. Empieza a contarle su historia (es un soldado retirado), cuando lo abandona súbitamente para unirse a la caza de un lobo.
El peregrino camina un trecho a solas hasta que descubre a unas serranas entretenidas junto a un arroyo. Se esconde en el hueco de una encina para observarlas a la espera de que aparezca algún hombre que le permita acercarse honestamente.
Las mujeres forman parte de una comitiva que se dirige a una boda. Han tomado un atajo y están esperando a los hombres, que siguen el camino porque van cargados con regalos para los novios (una vaca, una ternera, gallinas, cabritos, conejos, pavos, perdices, miel y un gamo).
Los montañeses se disponen a descansar junto a sus mujeres y el peregrino sale a su encuentro. Un anciano deduce por su aspecto que el peregrino ha sobrevivido a un naufragio y, conmovido, le cuenta su historia.
El anciano relata la historia de la navegación desde sus inicios míticos y, tras la invención de la brújula, de los grandes descubrimientos, que atribuye exclusivamente a la codicia humana. Colón, Vasco Núñez de Balboa, Vasco de Gama, Magallanes, Elcano, para terminar contando sus propias experiencias en las Indias Orientales, donde en un naufragio perdió a su hijo y su fortuna.
El anciano invita al peregrino a acompañarlos a la boda. Los hombres cargados se adelantan y el anciano y el peregrino quedan con las mujeres, que van más despacio, paseando.
Hombres y mujeres vuelven a reunirse junto a una fuente, donde se detienen para refrescarse. El anciano no quiere ni acercarse al agua (sólo bebe vino).
Los hombres retoman la marcha mientras las mujeres (con el anciano y el peregrino) se quedan sentadas un rato sobre la hierba. Allí se encuentran con otro grupo de mujeres que venían de otro pueblo y se quedan charlando animadamente.
Las mujeres retoman la marcha y llegan al pueblo al anochecer, donde se están disparando fuegos de artificio. El peregrino los alaba y el anciano refunfuña ante el riesgo de que los cohetes incencien los campos. Luego se dirigen a una alameda donde van a pasar la noche.
Allí se celebra una fiesta con cante y baile al son del salterio y a la luz de una hoguera.
Durante la noche unos leñadores talan árboles y cortan ramas con los que adornan el pueblo para la boda que ha de celebrarse al día siguiente.
Amanece y el anciano acompaña al peregrino a ver las calles adornadas con troncos, follaje y flores. Luego le presenta a los novios. Al ver a la novia el peregrino se acuerda de su amada y casi le saltan las lágrimas, pero en eso llegan dos coros (uno de hombres y otro de mujeres) que vienen a recoger a los novios.
Los novios son llevados al templo, donde tiene lugar la ceremonia nupcial.
La ceremonia nupcial es pagana: los dos coros invocan a Himeneo, le presentan a los novios y le piden que los una, con deseos de felicidad, de prosperidad y de abundante descendencia.
Los novios vuelven a su casa y luego el padre de la novia ofrece un banquete a todos los presentes.
Tras la comida doce labradoras ofrecen un baile mientras otra canta deseando prosperidad y larga vida a los recién casados.
Salen todos al ejido, donde se van a celebrar competiciones deportivas.
Competición de lucha entre tres parejas de campesinos.
Competición de salto: un montañés desafía a los presentes y realiza un salto portentoso, otro más grueso intenta superarlo pero resulta un desastre, un tercero casi alcanza al primero y un cuarto ensaya una técnica distinta.
Carrera: veinte corredores compiten en una carrera, de los cuales tres llegan a la meta prácticamente a la par. Ante la imposibilidad de elegir un vencedor, el padre de la novia premia a los tres con sendos cuchillos.
Anochece, los aldeanos acompañan a los recién casados a su casa, se despiden y allí Venus les ha preparado "a batallas de amor, campo de pluma".
EL PEREGRINO
Sobre este desarrollo narrativo, Góngora va ofreciendo poco a poco información sobre el peregrino. En su propósito de presentarlo graduadamente, la primera referencia a su persona es la más anónima posible: una perífrasis:
... cuando el que ministrar podia la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
náufrago y desdeñado, sobre ausente,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar ...
7

El peregrino es un joven que aventajaba en hermosura a Ganimedes, el muchacho a quien Júpiter tomó como copero y amante por su excepcional belleza. Se queja al mar de sus desdichas: de haber sido desdeñado por su amada y haberse tenido que resignar a vivir lejos de ella. Poco después aparece el apelativo de "peregrino":
... al inconsiderado peregrino
que a una Libia de ondas su camino
fio, y su vida a un leño.

El peregrino, confió insenstatamente su camino a un desierto de olas y su vida a un barco. Estos versos, que describen la noche que pasa el peregrino con los cabreros, podrían aludir a su pasado: 
De trompa militar no, o destemplado
son de cajas fue el sueño interrumpido ...

Éstos otros confirman lo mucho que ha vivido nuestro protagonista: 
Consolallo pudiera el peregrino
con las de su edad corta historias largas...

El anciano que le invita a la boda reconoce en su vestido más muestras de su noble procedencia que de los efectos del naufragio: 
que de tu calidad señas mayores
me dan, que del océano, tus paños, 

Aquí vemos el tormento que le ocasiona el recuerdo de su amada: 
... el joven, al instante arrebatado 
a la que, naufragante y desterrado,
lo condenó a su olvido.
Este, pues, Sol, que a olvido lo condena,
cenizas hizo las que su memoria
negras plumas vistió, que infelizmente
sordo engendran gusano, cuyo diente
minador antes lento de su gloria,
inmortal arador fue de su pena.
Y en la sombra no más de la azucena,
que del clavel procura acompañada
imitar en la bella labradora
el templado color de la que adora,
víbora pisa tal el pensamiento,
que el alma, por los ojos desatada,
señas diera de su arrebatamiento, ...

Al ver a la novia, el peregrino no puede evitar recordar a su amada. Su memoria voló hacia ella alada con plumas negras, de luto, y las plumas se hicieron cenizas como las de Ícaro. De las cenizas nace un gusano que primero lo corroe en su interior (mina su gloria) y luego me marca la superficie (su dolor se hace visible). Y al contemplar a la novia, su pensamiento es mordido por una vívora tan venenosa que le brotarían las lágrimas ... si no hubieran llegado en ese momento unos jóvenes para acompañar a los novios al templo.
Esto es prácticamente todo lo que se dice del peregrino en la Soledad Primera. Hay también pasajes donde se describe lo grato que le resultan todos los rasgos de la vida rural que va conociendo:
Agradecido, pues, el peregrino, ...
Con gusto el joven y atención lo oía...
Bajaba entre sí el joven admirando ...
Los fuegos, pues, el joven solemniza ...
... con su huesped, que admira cortesano ...

La única ocasión en la que oímos hablar al peregrino es al principio, cuando divisa la hoguera de los cabreros en la noche y se dirige hacia ella: 
"Rayos - les dice - ya que no de Leda
trémulos hijos, sed de mi fortuna
término luminoso."

(No es muy revelador.) En la Soledad Segunda, en cambio, el peregrino habla durante cincuenta y seis versos consecutivos, un lamento de amor en el que nos da algún detalle más, como que lleva cinco años errante recorriendo el mundo de un extremo a otro:
 
Esta, pues, culpa mía
el timón alternar menos seguro
y el báculo más duro
un lustro ha hecho a mi dudosa mano,
solicitando en vano
las alas sepultar de mi osadía
donde el Sol nace o donde muere el día.
Muera, enemiga amada,
muera mi culpa, y tu desdén le guarde,
arrepentido tarde,
suspiro que mi muerte haga leda,
cuando no le suceda,
o por breve, o por tibia, o por cansada,
lágrima antes enjuta que llorada.
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(Que muera mi culpa, enemiga amada, y que tu desdén, arrepentido tarde, le guarde [un] suspiro que haga mi muerte suave, cuando no le suceda [le siga] una lágrima [de la que podríamos decir que ha sido] antes secada que llorada, o por breve, o por tibia, o por cansada.)
Góngora dejó inacabada esta segunda soledad, pero por la época que estaba trabajando en ella compuso también el romance Cuatro o seis desnudos hombros, en el que parece contar de forma rápida el final que tenía pensado dar a la historia del Peregrino.
En la Soledad Segunda el Peregrino pasa la noche y el día siguiente con unos pescadores, y al amanecer del quinto día, mientras lo llevan en su barca, ven una partida de caza. La escena de la cacería no está completa, pero cabe suponer que el peregrino iba a unirse a los cazadores y que con ellos visitaría el bosque (y ése sería el contenido de la Soledad Tercera), y en la Soledad Cuarta el peregrino se establecería como ermitaño hasta que, pasados unos meses, recibiría la noticia del perdón de su dama.
EL MENOSPRECIO DE LA CORTE
Pero la historia del peregrino, si bien es el hilo conductor de las Soledades, no es ni mucho menos el grueso de su contenido. El segundo plano lo ocupa el menosprecio de la corte y el encarecimiento de la vida rural. Góngora aprovecha la menor ocasión para establecer comparaciones, pero hay tres secciones del poema en las que esta idea se desarrolla más concentradamente:
  • El canto al albergue (vv. 94-135), sin duda la parte más mordaz. En ella se enumeran los vicios de la corte (ambición, soberbia, envidia, adulación, ostentación, etc.) contraponiéndolos con la sencillez de la vida campestre.
  • El discurso del anciano sobre la navegación (vv. 366-502), que es el pasaje más soberbio y espectacular. El anciano relata (y maldice) la historia de los descubrimientos con minucioso detalle y sin emplear un solo nombre propio. Denuncia a la codicia como el único móvil y deplora los innumerables hombres que han muerto víctimas de su ambición.
  • La ceremonia nupcial, (vv. 767-844). Es el pasaje más sorprendente, porque se trata de una ceremonia pagana. Góngora no salva a la religión de su crítica sistemática a la degeneración de la corte. No la ataca directamente (hubiera tenido serios problemas en caso de haberlo hecho), pero la condena expulsándola por completo de sus soledades bucólicas. Conviene pensar qué era una boda en sus tiempos: una ceremonia extraña en la que un sacerdote recitaba unas desfasadas fórmulas antiguas carentes de sentido para todo el que no supiera latín ... y también para quien supiera latín. En su lugar, Góngora nos propone una ceremonia sincera, donde cada palabra tiene una razón de ser. Por otra parte, esta ceremonia sitúa definitivamente el lugar de la acción: es una utopía. Con independencia de que Góngora se inspirara en localizaciones concretas, lo cierto es que en el poema no está describiendo una alternativa real a la corrupción cortesana, sino una alternativa ideal. (Incidentalmente, esto explica que todas las labradoras sean de tez blanca y cristalina.)
Como contrapunto, cada detalle de la vida rural es presentado como algo exquisito: aldeanos, paisajes, comida, celebraciones, etc. Góngora pone a su servicio todo su ingenio y la increíble capacidad expresiva de su poesía. Las soledades son como un inmenso y colorido cuadro lleno de pequeñas escenas. Si el peregrino es el primer plano y el menosprecio de la corte el segundo, estas escenas son el fondo del poema.
LAS SOLEDADES COMO POEMA DESCRIPTIVO
Las Soledades son el poema en el que Góngora se propuso desarrollar su estilo inimitable hasta sus últimas consecuencias. El Polifemo fue una primera fase de este proyecto, si bien la rigidez del argumento (que debía ceñirse hasta cierto punto a la historia clásica), así  como la de las octavas reales (que restringían las posibilidades sintácticas), no le ofrecieron al poeta toda la libertad de la que dispuso con el argumento laxo de las soledades y su versificación en forma de silva. Los recursos que en el Polifemo son usados con moderación calculada, en las soledades aparecen empleados sin restricción alguna. Ésta es una de las causas de la tan criticada oscuridad de las soledades. Hay que unir muchas otras, y no vamos a entrar aquí en ellas. Sólo diremos que dicha oscuridad no es nunca intencional, es decir, Góngora no escribe de forma rebuscada para dificultar gratuitamente la comprensión de sus versos, sino que toda dificultad que pueda surgir a la hora de entender las Soledades es esencialmente de la misma naturaleza que la que surge al tratar de leer, por ejemplo, un libro de matemáticas avanzadas. No es sensato acusar de oscurantismo a los matemáticos porque los libros de matemáticas cuesten de leer. Lo que sucede es que profundizar en cualquier tema (matemáticas, filosofía, etc.) requiere necesariamente una preparación previa y un esfuerzo intelectual del lector. Es posible hablar de cualquier tema de modo que cualquiera pueda entenderlo, pero no si se pretende hacer en profundidad. Similarmente, la poesía de Góngora pretende aprovechar al máximo los recursos lingüísticos a todos los niveles para lograr las descripciones más precisas, más impactantes, más coloridas, y eso requiere inevitablemente un inmenso esfuerzo por parte del poeta y un gran esfuerzo por parte del lector.
En gran parte, la dificultad de leer a Góngora proviene de su técnica descriptiva, que podríamos calificar de impresionista. En cierto modo, quien dice que no entiende a Góngora es como quien se pone ante un cuadro impresionista y dice "sólo veo manchas y figuras distorsionadas". La técnica del impresionismo consiste en dejar que el espectador recree la imagen en su mente, y, cuando el pintor es bueno, unos trazos toscos cuidadosamente seleccionados  consiguen formar en la mente, ya que no en los ojos, del espectador, imágenes mucho más luminosas, realistas y sugerentes que las que produce el pincel más fino y detallista. Volviendo a la comparación con un libro de matemáticas, la idea básica es que cuando un lector resuelve por sí mismo, con su propio esfuerzo, un problema planteado en el texto, obtiene un conocimiento mucho más profundo y satisfactorio del resultado que si se hubiera limitado a leer la solución. Ésa es la técnica descriptiva de Góngora: dirigir al lector planteándole pequeños problemas para que los vaya resolviendo, presentándole esbozos para que forme él mismo con ellos la figura, de modo que unos pocos versos producen, al meditar sobre ellos y desarrollarlos, efectos espectaculares. Sería un grave error malinterpretar esto concluyendo que Góngora dice vaguedades para que cada cual las interprete como quiera. Todo lo contrario: las descripciones de Góngora tienen una exactitud matemática, fotográfica. Cuando Góngora dice algo, dice siempre algo muy concreto y son muy raros los pasajes en los que es posible denunciar alguna ambigüedad. Pongamos un ejemplo de la Soledad Segunda:
A pocos pasos lo admiró no menos
montecillo, las sienes laureado,
traviesos despidiendo moradores
de sus confusos senos,
conejuelos que, el viento consultado,
salieron retozando a pisar flores,
el más tímido, al fin, más ignorante
del plomo fulminante.
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Fijémonos en el sintagma: el viento consultado. Quizá en una lectura rápida cause perplejidad, pero es una invitación a que el lector se pregunte ¿en qué sentido puede decirse que un conejo consulta el viento? La respuesta no es difícil de obtener: un conejo consulta el viento cuando olfatea al aire. Lo primero que hacen los conejuelos al salir de la madriguera es olfatear el aire por si detectan algún peligro, y, una vez concluido que no lo hay, salen ya despreocupados. De este modo, con tres palabras, Góngora nos ha llevado a imaginarnos a un conejuelo asomando tímidamente por el agujero de su madriguera, detenerse, mover el hocico simpáticamente durante unos instantes con gesto cauteloso, para luego empezar a brincar juguetonamente. Es sólo una pincelada, pero basta para generar todas estas imágenes. Y la interpretación es unívoca. No cabe pensar que el viento consultado pueda tener otras interpretaciones diferentes. Tal y como decíamos, no es lo mismo esbozar una imagen para que el lector la desarrolle, que decir algo vago susceptible de ser interpretado de mil formas distintas.
Se han escrito páginas y más páginas sobre el estilo de Góngora y su técnica, y no pretendemos aquí competir con ellas. Únicamente queremos destacar que la grandeza de las Soledades se debe tanto o más a su fondo como a los primeros planos. A lo largo del poema Góngora describe objetos, sucesos, personas, sensaciones, emociones y casi todo lo imaginable con una eficacia que no puede concebirse hasta que no se lee. Confiamos en que nuestras aclaraciones al texto puedan servir para que el lector pueda percatarse por sí mismo de esta riqueza.


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