La mayor dificultad a la hora de
valorar adecuadamente las soledades es que son una obra inacabada. Como primera
aproximación podemos decir que su trasfondo es el clásico "menosprecio de
la corte" frente a la sencillez de la vida campestre. (Para conocer
algunos datos sobre las circunstancias en que Góngora concibió este proyecto
véanse los comentarios al verso 34 de la
dedicatoria.) Su protagonista es un personaje un tanto misterioso, si bien su
misterio se debe esencialmente a que Góngora proyectaba ir revelándonos poco a
poco los detalles de su historia y, si bien conocemos los más sustanciales, lo
cierto es que nos hemos quedado sin conocer los pequeños detalles que más
curiosidad suscitan. Por ejemplo, ni siquiera sabemos su nombre. En el poema se
le llama frecuentemente "el peregrino", y con ese nombre se le
conoce, a falta de otro mejor. (El propio Góngora lo llama así en la dedicatoria del poema:
Pasos de un peregrino son, errante ...). Es un apuesto joven cortesano que,
desdeñado por la mujer a la que ama, ha decidido desterrarse y vivir errante.
Un naufragio lo arroja a las costas de una región campestre y ahí da comienzo
la Soledad Primera. El peregrino es acogido por unos cabreros, y al día
siguiente por unos serranos que lo invitan a acompañarlos a una boda que va a
tener lugar en un pueblo vecino. La boda se celebra el tercer día y con esta
tercera jornada termina también la primera parte del poema. A lo largo de estos
dos días y medio el peregrino podrá admirar y disfrutar de las maravillas de la
vida campesina: conocerá la hospitalidad de las gentes del lugar, la buena
comida, hermosos paisajes, hermosas mujeres, oirá las historias de algunos
personajes, y no faltarán ocasiones para comparar este mundo ideal con el negro
mundo cortesano.
Soledad tiene dos sentidos principales en castellano: se llama así a un
lugar solitario y, por supuerto, es también la falta de compañía y el
sentimiento de abandono que ésta provoca. Es muy probable que Góngora pensara
simultáneamente en ambas acepciones cuando eligió el título de Soledades para
su proyecto. La intención era describir cuatro Soledades, cuatro escenarios
alejados de la corte y la civilización: los campos, las riberas, las selvas y
el yermo; al tiempo que relataba las soledades del peregrino, alejado de su
hogar y de su amada. Éste es un buen momento para detallar el contenido argumental:
Versos:
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SOLEDAD PRIMERA
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Introducción,
en una compleja y sofisticada frase, en la que se presenta al peregrino
luchando por su vida en el mar, tras un naufragio.
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El
peregrino llega a la playa, seca su ropa, trepa unos acantilados y se dirige
en la noche hacia una hoguera que ve a lo lejos. Allí encuentra a unos
cabreros que le ofrecen su hospitalidad.
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Exaltación
del albergue de los pastores y su vida sencilla frente a la tortuosa vida del
cortesano.
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Descripción
de la velada que el peregrino pasa con los cabreros, la cena y su plácido
sueño.
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Amanece
y un cabrero acompaña al peregrino a ver contemplar el paisaje. Empieza a
contarle su historia (es un soldado retirado), cuando lo abandona súbitamente
para unirse a la caza de un lobo.
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El
peregrino camina un trecho a solas hasta que descubre a unas serranas
entretenidas junto a un arroyo. Se esconde en el hueco de una encina para
observarlas a la espera de que aparezca algún hombre que le permita acercarse
honestamente.
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Las
mujeres forman parte de una comitiva que se dirige a una boda. Han tomado un
atajo y están esperando a los hombres, que siguen el camino porque van
cargados con regalos para los novios (una vaca, una ternera, gallinas,
cabritos, conejos, pavos, perdices, miel y un gamo).
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Los
montañeses se disponen a descansar junto a sus mujeres y el peregrino sale a
su encuentro. Un anciano deduce por su aspecto que el peregrino ha
sobrevivido a un naufragio y, conmovido, le cuenta su historia.
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El
anciano relata la historia de la navegación desde sus inicios míticos y, tras
la invención de la brújula, de los grandes descubrimientos, que atribuye
exclusivamente a la codicia humana. Colón, Vasco Núñez de Balboa, Vasco de
Gama, Magallanes, Elcano, para terminar contando sus propias experiencias en
las Indias Orientales, donde en un naufragio perdió a su hijo y su fortuna.
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El
anciano invita al peregrino a acompañarlos a la boda. Los hombres cargados se
adelantan y el anciano y el peregrino quedan con las mujeres, que van más
despacio, paseando.
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Hombres
y mujeres vuelven a reunirse junto a una fuente, donde se detienen para
refrescarse. El anciano no quiere ni acercarse al agua (sólo bebe vino).
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Los
hombres retoman la marcha mientras las mujeres (con el anciano y el
peregrino) se quedan sentadas un rato sobre la hierba. Allí se encuentran con
otro grupo de mujeres que venían de otro pueblo y se quedan charlando
animadamente.
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Las
mujeres retoman la marcha y llegan al pueblo al anochecer, donde se están
disparando fuegos de artificio. El peregrino los alaba y el anciano refunfuña
ante el riesgo de que los cohetes incencien los campos. Luego se dirigen a
una alameda donde van a pasar la noche.
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Allí se
celebra una fiesta con cante y baile al son del salterio y a la luz de una
hoguera.
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Durante
la noche unos leñadores talan árboles y cortan ramas con los que adornan el
pueblo para la boda que ha de celebrarse al día siguiente.
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Amanece
y el anciano acompaña al peregrino a ver las calles adornadas con troncos,
follaje y flores. Luego le presenta a los novios. Al ver a la novia el
peregrino se acuerda de su amada y casi le saltan las lágrimas, pero en eso
llegan dos coros (uno de hombres y otro de mujeres) que vienen a recoger a
los novios.
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Los
novios son llevados al templo, donde tiene lugar la ceremonia nupcial.
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La
ceremonia nupcial es pagana: los dos coros invocan a Himeneo, le presentan a
los novios y le piden que los una, con deseos de felicidad, de prosperidad y
de abundante descendencia.
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Los
novios vuelven a su casa y luego el padre de la novia ofrece un banquete a
todos los presentes.
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Tras la
comida doce labradoras ofrecen un baile mientras otra canta deseando
prosperidad y larga vida a los recién casados.
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Salen
todos al ejido, donde se van a celebrar competiciones deportivas.
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Competición
de lucha entre tres parejas de campesinos.
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Competición
de salto: un montañés desafía a los presentes y realiza un salto portentoso,
otro más grueso intenta superarlo pero resulta un desastre, un tercero casi
alcanza al primero y un cuarto ensaya una técnica distinta.
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Carrera:
veinte corredores compiten en una carrera, de los cuales tres llegan a la
meta prácticamente a la par. Ante la imposibilidad de elegir un vencedor, el
padre de la novia premia a los tres con sendos cuchillos.
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Anochece,
los aldeanos acompañan a los recién casados a su casa, se despiden y allí
Venus les ha preparado "a batallas de amor, campo de pluma".
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EL PEREGRINO
Sobre este desarrollo narrativo,
Góngora va ofreciendo poco a poco información sobre el peregrino. En su
propósito de presentarlo graduadamente, la primera referencia a su persona es
la más anónima posible: una perífrasis:
... cuando el que ministrar podia la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida, náufrago y desdeñado, sobre ausente, lagrimosas de amor dulces querellas da al mar ... |
El peregrino es un joven que aventajaba en hermosura a Ganimedes, el muchacho a quien Júpiter tomó como copero y amante por su excepcional belleza. Se queja al mar de sus desdichas: de haber sido desdeñado por su amada y haberse tenido que resignar a vivir lejos de ella. Poco después aparece el apelativo de "peregrino":
... al inconsiderado peregrino
que a una Libia de ondas su camino fio, y su vida a un leño. |
El peregrino, confió insenstatamente su camino a un desierto de olas y su vida a un barco. Estos versos, que describen la noche que pasa el peregrino con los cabreros, podrían aludir a su pasado:
De trompa militar no, o destemplado
son de cajas fue el sueño interrumpido ... |
Éstos otros confirman lo mucho que ha vivido nuestro protagonista:
Consolallo pudiera el peregrino
con las de su edad corta historias largas... |
El anciano que le invita a la boda reconoce en su vestido más muestras de su noble procedencia que de los efectos del naufragio:
que de tu calidad señas mayores
me dan, que del océano, tus paños, |
Aquí vemos el tormento que le ocasiona el recuerdo de su amada:
... el joven, al instante arrebatado
a la que, naufragante y desterrado, lo condenó a su olvido. Este, pues, Sol, que a olvido lo condena, cenizas hizo las que su memoria negras plumas vistió, que infelizmente sordo engendran gusano, cuyo diente minador antes lento de su gloria, inmortal arador fue de su pena. Y en la sombra no más de la azucena, que del clavel procura acompañada imitar en la bella labradora el templado color de la que adora, víbora pisa tal el pensamiento, que el alma, por los ojos desatada, señas diera de su arrebatamiento, ... |
Al ver a la novia, el peregrino no puede evitar recordar a su amada. Su memoria voló hacia ella alada con plumas negras, de luto, y las plumas se hicieron cenizas como las de Ícaro. De las cenizas nace un gusano que primero lo corroe en su interior (mina su gloria) y luego me marca la superficie (su dolor se hace visible). Y al contemplar a la novia, su pensamiento es mordido por una vívora tan venenosa que le brotarían las lágrimas ... si no hubieran llegado en ese momento unos jóvenes para acompañar a los novios al templo.
Esto es prácticamente todo lo que se
dice del peregrino en la Soledad Primera. Hay también pasajes donde se describe
lo grato que le resultan todos los rasgos de la vida rural que va conociendo:
Agradecido, pues, el peregrino, ...
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Con gusto el joven y atención lo oía...
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Bajaba entre sí el joven admirando ...
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Los fuegos, pues, el joven solemniza ...
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... con su huesped, que admira cortesano ...
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La única ocasión en la que oímos hablar al peregrino es al principio, cuando divisa la hoguera de los cabreros en la noche y se dirige hacia ella:
"Rayos - les dice - ya que no de Leda
trémulos hijos, sed de mi fortuna término luminoso." |
(No es muy revelador.) En la Soledad Segunda, en cambio, el peregrino habla durante cincuenta y seis versos consecutivos, un lamento de amor en el que nos da algún detalle más, como que lleva cinco años errante recorriendo el mundo de un extremo a otro:
Esta, pues, culpa mía
el timón alternar menos seguro y el báculo más duro un lustro ha hecho a mi dudosa mano, solicitando en vano las alas sepultar de mi osadía donde el Sol nace o donde muere el día. Muera, enemiga amada, muera mi culpa, y tu desdén le guarde, arrepentido tarde, suspiro que mi muerte haga leda, cuando no le suceda, o por breve, o por tibia, o por cansada, lágrima antes enjuta que llorada. |
144
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(Que muera mi culpa, enemiga amada, y que tu desdén, arrepentido tarde, le guarde [un] suspiro que haga mi muerte suave, cuando no le suceda [le siga] una lágrima [de la que podríamos decir que ha sido] antes secada que llorada, o por breve, o por tibia, o por cansada.)
Góngora dejó inacabada esta segunda
soledad, pero por la época que estaba trabajando en ella compuso también el
romance Cuatro o seis desnudos
hombros, en el que parece contar de forma rápida el final que tenía pensado dar
a la historia del Peregrino.
En la Soledad Segunda el Peregrino pasa
la noche y el día siguiente con unos pescadores, y al amanecer del quinto día,
mientras lo llevan en su barca, ven una partida de caza. La escena de la
cacería no está completa, pero cabe suponer que el peregrino iba a unirse a los
cazadores y que con ellos visitaría el bosque (y ése sería el contenido de la
Soledad Tercera), y en la Soledad Cuarta el peregrino se establecería como
ermitaño hasta que, pasados unos meses, recibiría la noticia del perdón de su dama.
EL MENOSPRECIO DE LA CORTE
Pero la historia del peregrino, si bien
es el hilo conductor de las Soledades, no es ni mucho menos el grueso de su
contenido. El segundo plano lo ocupa el menosprecio de la corte y el
encarecimiento de la vida rural. Góngora aprovecha la menor ocasión para
establecer comparaciones, pero hay tres secciones del poema en las que esta
idea se desarrolla más concentradamente:
- El
canto al albergue (vv. 94-135), sin duda la parte más
mordaz. En ella se enumeran los vicios de la corte (ambición, soberbia,
envidia, adulación, ostentación, etc.) contraponiéndolos con la sencillez
de la vida campestre.
- El
discurso del anciano sobre la navegación (vv. 366-502), que es el pasaje más
soberbio y espectacular. El anciano relata (y maldice) la historia de los
descubrimientos con minucioso detalle y sin emplear un solo nombre propio.
Denuncia a la codicia como el único móvil y deplora los innumerables
hombres que han muerto víctimas de su ambición.
- La
ceremonia nupcial, (vv. 767-844). Es el pasaje más
sorprendente, porque se trata de una ceremonia pagana. Góngora no salva a
la religión de su crítica sistemática a la degeneración de la corte. No la
ataca directamente (hubiera tenido serios problemas en caso de haberlo
hecho), pero la condena expulsándola por completo de sus soledades bucólicas.
Conviene pensar qué era una boda en sus tiempos: una ceremonia extraña en
la que un sacerdote recitaba unas desfasadas fórmulas antiguas carentes de
sentido para todo el que no supiera latín ... y también para quien supiera
latín. En su lugar, Góngora nos propone una ceremonia sincera, donde cada
palabra tiene una razón de ser. Por otra parte, esta ceremonia sitúa
definitivamente el lugar de la acción: es una utopía. Con independencia de
que Góngora se inspirara en localizaciones concretas, lo cierto es que en
el poema no está describiendo una alternativa real a la corrupción
cortesana, sino una alternativa ideal. (Incidentalmente, esto explica que
todas las labradoras sean de tez blanca y cristalina.)
Como contrapunto, cada detalle de la vida rural es presentado como algo
exquisito: aldeanos, paisajes, comida, celebraciones, etc. Góngora pone a su
servicio todo su ingenio y la increíble capacidad expresiva de su poesía. Las
soledades son como un inmenso y colorido cuadro lleno de pequeñas escenas. Si el
peregrino es el primer plano y el menosprecio de la corte el segundo, estas
escenas son el fondo del poema.
LAS SOLEDADES COMO POEMA DESCRIPTIVO
Las Soledades son el poema en el que
Góngora se propuso desarrollar su estilo inimitable hasta sus últimas consecuencias.
El Polifemo fue una primera fase de este proyecto, si bien la rigidez del
argumento (que debía ceñirse hasta cierto punto a la historia clásica),
así como la de las octavas reales (que restringían las posibilidades
sintácticas), no le ofrecieron al poeta toda la libertad de la que dispuso con
el argumento laxo de las soledades y su versificación en forma de silva. Los
recursos que en el Polifemo son usados con moderación calculada, en las
soledades aparecen empleados sin restricción alguna. Ésta es una de las causas
de la tan criticada oscuridad de las soledades. Hay que unir muchas otras, y no
vamos a entrar aquí en ellas. Sólo diremos que dicha oscuridad no es nunca
intencional, es decir, Góngora no escribe de forma rebuscada para dificultar gratuitamente
la comprensión de sus versos, sino que toda dificultad que pueda surgir a la
hora de entender las Soledades es esencialmente de la misma naturaleza que la
que surge al tratar de leer, por ejemplo, un libro de matemáticas avanzadas. No
es sensato acusar de oscurantismo a los matemáticos porque los libros de
matemáticas cuesten de leer. Lo que sucede es que profundizar en cualquier tema
(matemáticas, filosofía, etc.) requiere necesariamente una preparación previa y
un esfuerzo intelectual del lector. Es posible hablar de cualquier tema de modo
que cualquiera pueda entenderlo, pero no si se pretende hacer en profundidad.
Similarmente, la poesía de Góngora pretende aprovechar al máximo los recursos
lingüísticos a todos los niveles para lograr las descripciones más precisas,
más impactantes, más coloridas, y eso requiere inevitablemente un inmenso
esfuerzo por parte del poeta y un gran esfuerzo por parte del lector.
En gran parte, la dificultad de leer a
Góngora proviene de su técnica descriptiva, que podríamos calificar de
impresionista. En cierto modo, quien dice que no entiende a Góngora es como
quien se pone ante un cuadro impresionista y dice "sólo veo manchas y
figuras distorsionadas". La técnica del impresionismo consiste en dejar que
el espectador recree la imagen en su mente, y, cuando el pintor es bueno, unos
trazos toscos cuidadosamente seleccionados consiguen formar en la mente,
ya que no en los ojos, del espectador, imágenes mucho más luminosas, realistas
y sugerentes que las que produce el pincel más fino y detallista. Volviendo a
la comparación con un libro de matemáticas, la idea básica es que cuando un
lector resuelve por sí mismo, con su propio esfuerzo, un problema planteado en
el texto, obtiene un conocimiento mucho más profundo y satisfactorio del
resultado que si se hubiera limitado a leer la solución. Ésa es la técnica
descriptiva de Góngora: dirigir al lector planteándole pequeños problemas para
que los vaya resolviendo, presentándole esbozos para que forme él mismo con
ellos la figura, de modo que unos pocos versos producen, al meditar sobre ellos
y desarrollarlos, efectos espectaculares. Sería un grave error malinterpretar
esto concluyendo que Góngora dice vaguedades para que cada cual las interprete
como quiera. Todo lo contrario: las descripciones de Góngora tienen una
exactitud matemática, fotográfica. Cuando Góngora dice algo, dice siempre algo
muy concreto y son muy raros los pasajes en los que es posible denunciar alguna
ambigüedad. Pongamos un ejemplo de la Soledad Segunda:
A pocos pasos lo admiró no menos
montecillo, las sienes laureado, traviesos despidiendo moradores de sus confusos senos, conejuelos que, el viento consultado, salieron retozando a pisar flores, el más tímido, al fin, más ignorante del plomo fulminante. |
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Fijémonos en el sintagma: el viento
consultado. Quizá en una lectura rápida cause perplejidad, pero es una
invitación a que el lector se pregunte ¿en qué sentido puede decirse que un
conejo consulta el viento? La respuesta no es difícil de obtener: un conejo
consulta el viento cuando olfatea al aire. Lo primero que hacen los conejuelos
al salir de la madriguera es olfatear el aire por si detectan algún peligro, y,
una vez concluido que no lo hay, salen ya despreocupados. De este modo, con tres
palabras, Góngora nos ha llevado a imaginarnos a un conejuelo asomando
tímidamente por el agujero de su madriguera, detenerse, mover el hocico
simpáticamente durante unos instantes con gesto cauteloso, para luego empezar a
brincar juguetonamente. Es sólo una pincelada, pero basta para generar todas
estas imágenes. Y la interpretación es unívoca. No cabe pensar que el viento
consultado pueda tener otras interpretaciones diferentes. Tal y como decíamos,
no es lo mismo esbozar una imagen para que el lector la desarrolle, que decir
algo vago susceptible de ser interpretado de mil formas distintas.
Se han escrito páginas y más páginas
sobre el estilo de Góngora y su técnica, y no pretendemos aquí competir con
ellas. Únicamente queremos destacar que la grandeza de las Soledades se debe
tanto o más a su fondo como a los primeros planos. A lo largo del poema Góngora
describe objetos, sucesos, personas, sensaciones, emociones y casi todo lo
imaginable con una eficacia que no puede concebirse hasta que no se lee. Confiamos
en que nuestras aclaraciones al texto puedan servir para que el lector pueda
percatarse por sí mismo de esta riqueza.
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