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viernes, 4 de marzo de 2011

GARCILASO DE LA VEGA: “SONETOS"




PRIMERA EDICIÓN DE LAS OBRAS DE GARCILASO DE LA VEGA Y JUAN BOSCÁN (1543)




SONETO VI

 

    Por ásperos caminos he llegado
a parte que de miedo no me muevo,
y si a mudarme a dar un paso pruebo,
allí por los cabellos soy tornado;

     mas tal estoy que con la muerte al lado
busco de mi vivir consejo nuevo,
y conozco el mejor y el peor apruebo,
o por costumbre mala o por mi hado.

     Por otra parte, el breve tiempo mío
y el errado proceso de mis años,
en su primer principio y en su medio,

     mi inclinación, con quien ya no porfío,
la cierta muerte, fin de tantos daños,
me hacen descuidar de mi remedio.






SONETO X


     ¡Oh dulces prendas por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
juntas estáis en la memoria mía
y con ella en mi muerte conjuradas!
     ¿Quién me dijera, cuando las pasadas
horas qu’en tanto bien por vos me vía,
que me habiades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?
     Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
lleváme junto el mal que me dejastes;
     si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.


SONETO XXIII

 

     En tanto que de rosa y d’azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

     y en tanto que’l cabello, que’n la vena
del oro s’escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

     coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que’l tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

     Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.



SONETO XXV

 

     ¡Oh hado secutivo en mis dolores,
cómo sentí tus leyes rigurosas!
Cortaste’l árbol con manos dañosas
y esparciste por tierra fruta y flores,

     En poco espacio yacen los amores,
y toda la esperanza de mis cosas,
tornados en cenizas desdeñosas
y sordas a mis quejas y clamores.

     Las lágrimas que en esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron
recibe, aunque sin fruto allá te sean,

     hasta que aquella eterna noche escura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean.



SONETO XXVIII

 

     Boscán, vengado estáis, con mengua mía,
de mi rigor pasado y mi aspereza,
con que reprehenderos la terneza
de vuestro blando corazón solía;

     agora me castigo cada día
de tal selvatiquez y tal torpeza,
mas es a tiempo que de mi bajeza
correrme y castigarme bien podría.

     Sabed qu’en mi perfeta edad y armado,
con mis ojos abiertos, m’he rendido
al niño que sabéis, ciego y desnudo.

     De tan hermoso fuego consumido
nunca fue corazón; si preguntado
soy lo demás, en lo demás soy mudo.





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