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lunes, 7 de marzo de 2011

POEMAS DE FRAY LUIS DE LEÓN





Fray Luis de León nació en Belmonte, Cuenca, en 1527. Su padre era abogado de la corte, a la cual seguía cada vez que se trasladaba.  Hizo sus primeros estudios en Madrid y Valladolid y pasó a los 14 años a la Universidad de Salamanca, donde estudió bajo el teólogo Melchor Cano (1509-1560). Ingresó a la Orden de San Agustín, en la cual profesó en 1544.  Estudió también por breve tiempo en la Universidad de Alcalá de Henares y en la Universidad de Toledo, donde obtuvo el grado de Bachiller. A sus 32 años se le confió su primera cátedra en la Universidad de Salamanca, donde se metió en política universitaria, ya que había una gran rivalidad entre las órdenes religiosas que ocupaban los más importantes puestos de la Universidad. Como consecuencia de sus malentendidos, sobre todo contra los dominicos, Fray Luis se hizo víctima de la Inquisición en 1572.  Se le acusaba de defender el texto hebreo del Viejo Testamento frente a las versiones latinas de la Vulgata (Fray Luis tenía ascendencia judía por el lado materno), y de haber efectuado una versión al castellano del Cantar de los cantares, a pesar de las prohibiciones del Concilio de Trento (1545-1563) de traducir los textos sagrados a un idioma vulgar.  El proceso inquisitorial se alargó por cinco años y Fray Luis estuvo preso en las cárceles de Valladolid.  Al fin se le declaró inocente y se le devolvió la cátedra.  Según una tradición discutida, sus primeras palabras al principio de clase, palabras de fórmula escolar,  fueron: Decíamos ayer”. Más tarde desempeñó dos cátedras más, de filosofía y de estudios bíblicos. Murió en 1591. Fray Luis fue la figura más excelsa y el más exacto resumen del (Segundo) Renacimiento hispánico. Hace una síntesis de todas sus corrientes: la herencia clásica, la influencia italiana, la sustancia española tradicional y el contenido religioso.  Fray Luis era de carácter intelectual fuerte y apasionado y anhelaba en su poesía la moderación, la armonía, el goce de la naturaleza y la paz, así como la vida contemplativa. Tradujo a escritores clásicos como a Virgilio y Horacio, de quienes aprendió el sentido de proporción y medida, el sentimiento poético de la naturaleza y su afición a la vida retirada.  Las ideas platónicas suyas se ven en el anhelo de elevarse de la naturaleza a los supremos arquetipos de las cosas.  Del filósofo Pitágoras (circa 530 AC) sacó su concepto de la armonía del mundo natural.  Toda su obra poética está compuesta en metros italianos pero le fue ajeno el sentido pagano. Se considera que Fray Luis de León era demasiado intelectual para ser místico, aunque el crítico inglés Allison Peers (Studies of the Spanish Mystics, 1927) opina que la Morada del cielo” debe calificarse de mística. Otro inglés, R. Trevor Davies (The Spanish Golden Age, 1944) coloca a Fray Luis en el tercer lugar de los místicos españoles, después de Santa Teresa y San Juan de la Cruz.  Algunos críticos, el que más Menéndez Pelayo, ha afirmado el carácter místico de Fray Luis, basándose en la presencia de ese carácter en algunas de sus poesías. En este sentido, la “Oda a Francisco de Salinas” ha sido el argumento fundamental de quienes pensaban así. Pero Fray Luis de León no es místico, incluso Dámaso Alonso ni siquiera acepta su carácter ascético, argumentando que:
"Fray Luis de León estaba hecho para la armonía (es decir, para la unión con la causa armónica del mundo), pero no la poseyó nunca en la vida, y sólo la expresó como anhelo (aunque maravillosamente) en su arte. Fray Luis de León no es un místico: quizá hay una sola estrofa en toda su poesía en que se describe la unión, aunque de un modo impresionantemente escueto y por vía intelectual".
De las obras en prosa de Fray Luis de León, la más importante es Los nombres de Cristo, una obra compuesta en forma de diálogo donde tres frailes agustinos, Marcelo (Fray Luis), Sabino y Juliano conversan sobre los distintos nombres que dan a Cristo las Sagradas Escrituras: PimpolloFaces o Cara de DiosCaminoPastorMontePadre del Siglo FuturoBrazos de DiosRey de DiosPríncipe de Paz, EsposoHijo de DiosAmadoJesús y Cordero. Primero se aducen los pasajes bíblicos en que aparece cada nombre y a continuación se exponen y discuten los problemas que cada nombre suscita.  Su prosa es elaborada y exquisita y alcanza su ideal aquí de armonía y dulzura. Su obra en verso fue publicada por primera vez en Madrid en 1631, por el poeta Quevedo.  Otras ediciones importantes son de Mayáns y Siscar (1761), quien incluye una Vida del poeta; Jovellanos (siglo XVIII); el padre José M. Llobera (1932); el italiano Oreste Macrí (Florencia, 1950);  y el Padre Ángel C. Vega (1955). El padre Vega agrupó la obra poética de Fray Luis en tres partes: 

  • Poesías originales
  • Traducciones profanas
  • Versiones de textos sagrados

     El estilo poético de Fray Luis es recortado y preciso, de gran concentración de pensamiento y de rapidez y movilidad de imágenes.  Se valió generalmente de la lira como forma métrica casi exclusiva.  La lira, introducida por Garcilaso en la «Flor de Gnido», adquiere en Fray Luis su perfección. Su base clásica es Horacio, de quien imita el anhelo de paz, el goce de la soledad en el retiro de la naturaleza, la serenidad (epicúrea y estoica), su amor a la dorada medianía (aurea mediocritas  {v. Horacio, quinta línea de la oda décima del libro segundo II.10.5}) y el desprecio por los honores públicos, la vana ambición y la codicia.  Hay también en su poesía un anhelo de romper la cárcel del cuerpo para que el alma triunfe en su vuelo hasta la morada de Dios. En Fray Luis de León generalmente aparece el mar con sus tormentas pero nunca como elemento de belleza ni objeto de contemplación. Aparece el cielo estrellado muchas veces como objeto de contemplación y motivo de contraste con el mundo terrestre. 

     Hay sólo unas treinta poesías originales y tres épocas para tales:

  • Imitación de modelos clásicos: las odas «Profecía del Tajo» (cf. Horacio I. 15), la primera oda «A Felipe Ruiz» y la «Vida retirada», ésta última la poesía más popular de Fray Luis.

  • Período de plenitud: Segunda oda «A Felipe Ruiz», oda «A Francisco Salinas», la tercera «A Felipe Ruiz», «Morada del cielo», «En la Ascensión», «A Nuestra Señora».

  • Traducciones de autores clásicos: las 10 églogas (poesía de pastores) de Virgilio y los dos primeros libros de las Geórgicas  [elogio de la vida agrícola], veinticinco Odas de Horacio, la Olímpica primera de Píndaro y fragmentos de Andrómaca de Eurípides.  De los libros sagrados, tradujo parte de los Salmos, el Libro de Job, Proverbios y El cantar de los cantares.



Libro primero


Obras propias

- 1 -


Vida retirada


    ¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal rüido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
 5
    Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado.
 10
    No cura si la Fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
 15
    ¿Qué presta a mi contento,
si soy del vano dedo señalado;
si en busca deste viento
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?
 20
    ¡Oh monte, oh fuente, oh río!
¡Oh, secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.
 25
    Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.
 30
    Despiértenme las aves
con su cantar sabroso, no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.
 35
    Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
 40
    Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera,
de bella flor cubierto,
ya muestra en esperanza el fruto cierto.
 45
    Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.
 50
    Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.
 55
    El aire el huerto orea
y ofrece mil olores al sentido,
los árboles menea
con un manso rüido,
que del oro y del cetro pone olvido.
 60
    Ténganse su tesoro
los que de un flaco leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.
 65
    La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna; al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.
 70
    A mí una pobrecilla
mesa, de amable paz bien abastada
me baste; y la vajilla
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
 75
    Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
con sed insacïable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
 80
    A la sombra tendido,
de yedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al sol dulce, acordado,
del plecto sabiamente meneado.
 85



- 3 -



A Francisco de Salinas


    El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada
por vuestra sabia mano gobernada.
 5
    A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.
 10
    Y como se conoce,
en suerte y pensamiento se mejora;
el oro desconoce
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca engañadora.
 15
    Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.
 20
    Ve cómo el gran Maestro,
a aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo es sustentado.
 25
    Y como está compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta;
y entre ambos a porfía
se mezcla una dulcísima armonía.
 30
    Aquí el alma navega
por un mar de dulzura, y finalmente,
en él ansí se anega,
que ningún accidente
extraño y peregrino oye o siente.
 35
    ¡Oh desmayo dichoso!
¡Oh muerte que das vida! ¡Oh dulce olvido!
¡Durase en tu reposo,
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido!
 40
    A este bien os llamo,
gloria del apolíneo sacro coro,
amigos, a quien amo
sobre todo tesoro,
que todo lo visible es triste lloro.
 45
    ¡Oh, suene de contino,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos,
quedando a lo demás adormecidos!
 50



- 5 -

A Felipe Ruiz

De la Avaricia


    En vano el mar fatiga
la vela portuguesa, que ni el seno
de Persia, ni la amiga
Maluca da árbol bueno,
que pueda hacer un ánimo sereno.
 5
    No da reposo al pecho,
Felipe, ni la India, ni la rara
esmeralda provecho;
que más tuerce la cara
cuanto posee más el alma avara.
 10
    Al capitán romano
la vida, y no la sed, quitó el bebido
tesoro persïano;
y Tántalo, metido
en medio de las aguas, afligido
 15
    de sed está; y más dura
la suerte es del mezquino, que sin tasa
se cansa ansí, y endura
el oro, y la mar pasa
osado, y no osa abrir la mano escasa,
 20
    ¿Qué vale el no tocado
tesoro, si corrompe el dulce sueño,
si estrecha el ñudo dado,
si más enturbia el ceño,
y deja en la riqueza pobre al dueño?
 25


- 6 -

De la Magdalena


    Elisa, ya el preciado
cabello, que del oro escarnio hacía,
la nieve ha demudado:
¡Ay! ¿Yo no te decía:
«Recoge, Elisa, el pie, que vuela el día»?
 5
    Ya los que prometían
durar en tu servicio eternamente,
ingratos se desvían
por no mirar la frente
con rugas afeada, el negro diente.
 10
    ¿Qué tienes del pasado
tiempo sino dolor? ¿Cuál es el fruto
que tu labor te ha dado,
si no es tristeza y luto,
y el alma hecha sierva al vicio bruto?
 15
    ¿Qué fe te guarda el vano,
por quien tú no guardaste la debida
a tu bien soberano,
por quien mal proveída
perdiste de tu seno la querida
 20
    prenda; por quien velaste;
por quien ardiste en celos; por quien uno
el cielo fatigaste
con gemido importuno;
por quien nunca tuviste acuerdo alguno
 25
    de ti misma? Y agora
rico de tus despojos, más ligero,
que el ave huye, y adora
a Lida el lisonjero;
tú quedas entregada al dolor fiero.
 30
    ¡Oh, cuánto mejor fuera
el don de hermosura que del cielo
te vino, a cuyo era
habello dado en velo
santo, guardado bien del polvo y suelo!
 35
    Mas hora no hay tardía;
tanto nos es el cielo piadoso,
mientras que dura el día;
el pecho hervoroso
en breve del dolor saca reposo.
 40
    Que la gentil señora
de Mágdalo, bien que perdidamente
dañada, en breve hora
con el amor ferviente
las llamas apagó del fuego ardiente.
 45
    Las llamas del malvado
amor con otro amor más encendido;
y consiguió el estado,
que no fue concedido
al huésped arrogante, en bien fingido.
 50
    De amor guiada y pena,
penetra el techo extraño, y atrevida
ofrécese a la ajena
presencia, y sabia olvida
el ojo mofador, busca la vida.
 55
    Y toda derrocada
a los divinos pies que la traían,
lo que la en sí fiada
gente olvidado habían,
sus manos, boca y ojos lo hacían.
 60
    Lavaba, larga en lloro
al que su torpe mal lavando estaba;
limpiaba con el oro,
que la cabeza ornaba
a su limpieza, y paz a su paz daba.
 65
    Decía: «Sólo amparo
de la miseria extrema, medicina
de mi salud, reparo
de tanto mal, inclina
a aqueste cieno tu piedad divina.
 70
    ¡Ay!, ¿Qué podrá ofrecerte
quien todo lo perdió? Aquestas manos
osadas de ofenderte,
aquestos ojos vanos
te ofrezco, y estos labios tan profanos.
 75
    La que sudó en tu ofensa
trabaje en tu servicio, y de mis males
proceda mi defensa;
mis ojos, dos mortales
fraguas, dos fuentes sean manantiales.
 80
    Bañen tus pies mis ojos;
límpienlos mis cabellos; de tormento
mi boca, y red de enojos
les dé besos sin cuento:
y lo que me condena te presento.
 85
    Preséntote un sujeto
tan mortalmente herido, cual conviene,
do un médico perfeto
de cuanto saber tiene
dé muestra, que por siglos mil resuene».
 90



- 7 -


Profecía del Tajo


    Folgaba el rey Rodrigo
con la hermosa Cava en la ribera
del Tajo, sin testigo;
el pecho sacó fuera
el río, y le habló desta manera:
 5
    «En mal punto te goces,
injusto forzador; que ya el sonido
oyo ya, y las voces,
las armas, el bramido
de Marte, de furor y ardor ceñido.
 10
    ¡Ay, esa tu alegría
qué llantos acarrea! ¡Y esa hermosa,
que vio el sol en mal día,
a España, ay, cuán llorosa,
y al cetro de los Godos, cuán costosa!
 15
    Llamas, dolores, guerras,
muertes, asolamientos, fieros males
entre tus brazos cierras,
trabajos inmortales
a ti y a tus vasallos naturales.
 20
    A los que en Constantina
rompen el fértil suelo, a los que baña
el Ebro, a la vecina
Sansueña, a Lusitana,
a toda la espaciosa y triste España.
 25
    Ya dende Cádiz llama
el injuriado Conde, a la venganza
atento y no a la fama,
la bárbara pujanza,
en quien para tu daño no hay tardanza.
 30
    Oye que al cielo toca
con temeroso son la trompa fiera,
que en África convoca
el moro a la bandera,
que al aire desplegada va ligera.
 35
    La lanza ya blandea
el árabe cruel, y hiere el viento,
llamando a la pelea;
innumerable cuento
de escuadras juntas veo en un momento.
 40
    Cubre la gente el suelo;
debajo de las velas desparece
la mar; la voz al cielo
confusa y varia crece,
el polvo roba el día y le escurece.
 45
    ¡Ay, que ya presurosos
suben las largas naves! ¡Ay, que tienden
los brazos vigorosos
a los remos, y encienden
las mares espumosas por do hienden!
 50
    El Eolo derecho
hinche la vela en popa, y larga entrada
por el Hercúleo Estrecho
con la punta acerada
el gran padre Neptuno da a la armada.
 55
    ¡Ay, triste! ¿Y aún te tiene
el mal dulce regazo? ¿Ni llamado
al mal que sobreviene
no acorres? ¿Ocupado
no ves ya el puerto a Hércules sagrado?
 60
    Acude, acorre, vuela,
traspasa el alta sierra, ocupa el llano;
no perdones la espuela,
no des paz a la mano,
menea fulminando el hierro insano.
 65
    ¡Ay, cuánto de fatiga!
¡Ay, cuánto de sudor está presente
al que viste loriga,
al infante valiente,
a hombres y a caballos juntamente!
 70
    ¡Y tú, Betis divino,
de sangre ajena y tuya amancillado,
darás al mar vecino
cuánto yelmo quebrado,
cuánto cuerpo de nobles destrozado!
 75
    El furibundo Marte
cinco luces las haces desordena,
igual a cada parte;
la sexta ¡ay! te condena,
¡oh, cara patria!, a bárbara cadena».
 80



- 23 –

Al salir de la cárcel
           
                    Aquí la envidia y mentira
                    me tuvieron encerrado.
                    Dichoso el humilde estado
                    del sabio que se retira
                    de aqueste mundo malvado,                                                5
                    y con pobre mesa y casa
                    en el campo deleitoso,
                    con sólo Dios se compasa,
                    y a solas su vida pasa
                    ni envidiado ni envidioso.                                                 10



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