Fray Luis de León nació en Belmonte, Cuenca, en 1527. Su padre era abogado de la corte, a la cual seguía cada vez que se trasladaba. Hizo sus primeros estudios en Madrid y Valladolid y pasó a los 14 años a la Universidad de Salamanca, donde estudió bajo el teólogo Melchor Cano (1509-1560). Ingresó a la Orden de San Agustín, en la cual profesó en 1544. Estudió también por breve tiempo en la Universidad de Alcalá de Henares y en la Universidad de Toledo, donde obtuvo el grado de Bachiller. A sus 32 años se le confió su primera cátedra en la Universidad de Salamanca, donde se metió en política universitaria, ya que había una gran rivalidad entre las órdenes religiosas que ocupaban los más importantes puestos de la Universidad. Como consecuencia de sus malentendidos, sobre todo contra los dominicos, Fray Luis se hizo víctima de la Inquisición en 1572. Se le acusaba de defender el texto hebreo del Viejo Testamento frente a las versiones latinas de la Vulgata (Fray Luis tenía ascendencia judía por el lado materno), y de haber efectuado una versión al castellano del Cantar de los cantares, a pesar de las prohibiciones del Concilio de Trento (1545-1563) de traducir los textos sagrados a un idioma vulgar. El proceso inquisitorial se alargó por cinco años y Fray Luis estuvo preso en las cárceles de Valladolid. Al fin se le declaró inocente y se le devolvió la cátedra. Según una tradición discutida, sus primeras palabras al principio de clase, palabras de fórmula escolar, fueron: “Decíamos ayer”. Más tarde desempeñó dos cátedras más, de filosofía y de estudios bíblicos. Murió en 1591. Fray Luis fue la figura más excelsa y el más exacto resumen del (Segundo) Renacimiento hispánico. Hace una síntesis de todas sus corrientes: la herencia clásica, la influencia italiana, la sustancia española tradicional y el contenido religioso. Fray Luis era de carácter intelectual fuerte y apasionado y anhelaba en su poesía la moderación, la armonía, el goce de la naturaleza y la paz, así como la vida contemplativa. Tradujo a escritores clásicos como a Virgilio y Horacio, de quienes aprendió el sentido de proporción y medida, el sentimiento poético de la naturaleza y su afición a la vida retirada. Las ideas platónicas suyas se ven en el anhelo de elevarse de la naturaleza a los supremos arquetipos de las cosas. Del filósofo Pitágoras (circa 530 AC) sacó su concepto de la armonía del mundo natural. Toda su obra poética está compuesta en metros italianos pero le fue ajeno el sentido pagano. Se considera que Fray Luis de León era demasiado intelectual para ser místico, aunque el crítico inglés Allison Peers (Studies of the Spanish Mystics, 1927) opina que la “Morada del cielo” debe calificarse de mística. Otro inglés, R. Trevor Davies (The Spanish Golden Age, 1944) coloca a Fray Luis en el tercer lugar de los místicos españoles, después de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Algunos críticos, el que más Menéndez Pelayo, ha afirmado el carácter místico de Fray Luis, basándose en la presencia de ese carácter en algunas de sus poesías. En este sentido, la “Oda a Francisco de Salinas” ha sido el argumento fundamental de quienes pensaban así. Pero Fray Luis de León no es místico, incluso Dámaso Alonso ni siquiera acepta su carácter ascético, argumentando que:
"Fray Luis de León estaba hecho para la armonía (es decir, para la unión con la causa armónica del mundo), pero no la poseyó nunca en la vida, y sólo la expresó como anhelo (aunque maravillosamente) en su arte. Fray Luis de León no es un místico: quizá hay una sola estrofa en toda su poesía en que se describe la unión, aunque de un modo impresionantemente escueto y por vía intelectual". De las obras en prosa de Fray Luis de León, la más importante es Los nombres de Cristo, una obra compuesta en forma de diálogo donde tres frailes agustinos, Marcelo (Fray Luis), Sabino y Juliano conversan sobre los distintos nombres que dan a Cristo las Sagradas Escrituras: Pimpollo, Faces o Cara de Dios, Camino, Pastor, Monte, Padre del Siglo Futuro, Brazos de Dios, Rey de Dios, Príncipe de Paz, Esposo, Hijo de Dios, Amado, Jesús y Cordero. Primero se aducen los pasajes bíblicos en que aparece cada nombre y a continuación se exponen y discuten los problemas que cada nombre suscita. Su prosa es elaborada y exquisita y alcanza su ideal aquí de armonía y dulzura. Su obra en verso fue publicada por primera vez en Madrid en 1631, por el poeta Quevedo. Otras ediciones importantes son de Mayáns y Siscar (1761), quien incluye una Vida del poeta; Jovellanos (siglo XVIII); el padre José M. Llobera (1932); el italiano Oreste Macrí (Florencia, 1950); y el Padre Ángel C. Vega (1955). El padre Vega agrupó la obra poética de Fray Luis en tres partes:
"Fray Luis de León estaba hecho para la armonía (es decir, para la unión con la causa armónica del mundo), pero no la poseyó nunca en la vida, y sólo la expresó como anhelo (aunque maravillosamente) en su arte. Fray Luis de León no es un místico: quizá hay una sola estrofa en toda su poesía en que se describe la unión, aunque de un modo impresionantemente escueto y por vía intelectual". De las obras en prosa de Fray Luis de León, la más importante es Los nombres de Cristo, una obra compuesta en forma de diálogo donde tres frailes agustinos, Marcelo (Fray Luis), Sabino y Juliano conversan sobre los distintos nombres que dan a Cristo las Sagradas Escrituras: Pimpollo, Faces o Cara de Dios, Camino, Pastor, Monte, Padre del Siglo Futuro, Brazos de Dios, Rey de Dios, Príncipe de Paz, Esposo, Hijo de Dios, Amado, Jesús y Cordero. Primero se aducen los pasajes bíblicos en que aparece cada nombre y a continuación se exponen y discuten los problemas que cada nombre suscita. Su prosa es elaborada y exquisita y alcanza su ideal aquí de armonía y dulzura. Su obra en verso fue publicada por primera vez en Madrid en 1631, por el poeta Quevedo. Otras ediciones importantes son de Mayáns y Siscar (1761), quien incluye una Vida del poeta; Jovellanos (siglo XVIII); el padre José M. Llobera (1932); el italiano Oreste Macrí (Florencia, 1950); y el Padre Ángel C. Vega (1955). El padre Vega agrupó la obra poética de Fray Luis en tres partes:
- Poesías originales
- Traducciones profanas
- Versiones de textos sagrados
El estilo poético de Fray Luis es recortado y preciso, de gran concentración de pensamiento y de rapidez y movilidad de imágenes. Se valió generalmente de la lira como forma métrica casi exclusiva. La lira, introducida por Garcilaso en la «Flor de Gnido», adquiere en Fray Luis su perfección. Su base clásica es Horacio, de quien imita el anhelo de paz, el goce de la soledad en el retiro de la naturaleza, la serenidad (epicúrea y estoica), su amor a la dorada medianía (aurea mediocritas {v. Horacio, quinta línea de la oda décima del libro segundo II.10.5}) y el desprecio por los honores públicos, la vana ambición y la codicia. Hay también en su poesía un anhelo de romper la cárcel del cuerpo para que el alma triunfe en su vuelo hasta la morada de Dios. En Fray Luis de León generalmente aparece el mar con sus tormentas pero nunca como elemento de belleza ni objeto de contemplación. Aparece el cielo estrellado muchas veces como objeto de contemplación y motivo de contraste con el mundo terrestre.
Hay sólo unas treinta poesías originales y tres épocas para tales:
- Imitación de modelos clásicos: las odas «Profecía del Tajo» (cf. Horacio I. 15), la primera oda «A Felipe Ruiz» y la «Vida retirada», ésta última la poesía más popular de Fray Luis.
- Período de plenitud: Segunda oda «A Felipe Ruiz», oda «A Francisco Salinas», la tercera «A Felipe Ruiz», «Morada del cielo», «En la Ascensión», «A Nuestra Señora».
- Traducciones de autores clásicos: las 10 églogas (poesía de pastores) de Virgilio y los dos primeros libros de las Geórgicas [elogio de la vida agrícola], veinticinco Odas de Horacio, la Olímpica primera de Píndaro y fragmentos de Andrómaca de Eurípides. De los libros sagrados, tradujo parte de los Salmos, el Libro de Job, Proverbios y El cantar de los cantares.
Libro primero
Obras propias
- 23 –
Al salir de la cárcel
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado, 5
y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso,
con sólo Dios se compasa,
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso. 10
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